1966 y Coderch vuelve a Madrid para construir uno de los edificios de viviendas más emblemáticos de su obra. Más de veinticinco años le separan del joven arquitecto titulado en la Escola Superior d’Arquitectura de Barcelona que escuchaba las anécdotas arquitectónicas y humanas en la intimidad del despacho de Secundino Zuazo, donde empezó a sentar sus bases, antes de regresar en el 42 a Barcelona y Establecer su despacho propio junto a M. Valls.
Se trata de un edificio de viviendas en un entorno absolutamente urbano de la Capital, y en el Coderch ha desarrollado una serie sistemas y de soluciones para resolver el programa en los que incidiremos más tarde, y que no son fruto de la arbitrariedad, sino de un proceso de estudio exhaustivo que incluye la experiencia de una prolífica carrera que le acompaña desde sus primeros años en Madrid.
Son precisamente esos años de posguerra los que determinarán las inquietudes de J. A, Coderch y que marcarán la arquitectura que ahora estudiamos.
Así, su nombre, junto al de otros como Cabrero y Aburto, del Amo, Sostres, Bonet, Alejandro de la Sota, Sáenz de Oiza, Corrales y Molezún, Miguel Fisac etc. constituye un colectivo cuyos sujetos, espoleados por la breve herencia recibida de la Primera Modernidad que había transcurrido fugazmente en la España anterior a la guerra civil (GATCPAC-CIRPAC) y que se extinguió con ésta, y animados por el desarrollo de la Modernidad en el resto de Europa (con nombres como Alvar Aalto o Neutra, y que iban siendo conocidos paulatinamente y transgrediendo las herméticas fronteras de la dictadura, gracias a los viajes y congresos internacionales a los que acudían estos jóvenes con sed de renovación) comenzaron un nuevo desarrollo del estudio de la Arquitectura Moderna y sus maestros, y comenzaron el proceso de revisión y crítica de dichos conceptos, a nivel teórico y práctico. Comienza la lucha de estos personajes por el fin de las artes aplicadas en la arquitectura, por el racionalismo y por el compromiso social, con base en una re-interpretación del rico legado de las vanguardias.
Fue un momento clave para dar impulso a esta circunstancia la V Asamblea Internacional de Arquitectura, en 1949, ocasión en la que Gio Ponti conocería la obra de Coderch al fijarse en la Casa Garriga-Nogués. En una de las conferencias Ponti dirá:
“Nuestro mundo se va mecanizando demasiado y esto es peligroso. Vamos a tener fe en el espíritu latino. Los arquitectos españoles podéis traer una noble aportación a la arquitectura moderna sin necesidad de seguir el estilo que impera el mundo (...) haced tranquila, serena y honradamente la arquitectura que salga de vosotros mismos.”
Estas palabras serán el germen de cómo acabará J.A. Coderch entendiendo la Modernidad en la arquitectura.
Su relación desde ese momento con Ponti y con Sartorius, junto a la medalla de oro conseguida en la IX Trienal en Milán en el 51, le proyectarán internacionalmente.
Coderch, a propuesta de Sert, es representante de España en el CIAM, y tras su disolución, entra a formar parte del Team X, de igual manera que en Cataluña formaría parte del Grup R.
Coderch se siente comprometido con la Arquitectura Moderna y con la sociedad, y será durante estos años uno de los principales agitadores culturales en el mundo de la arquitectura.
Es la década de los 50 en la que Coderch realizaría obras como la casa Ugalde (1951), I.N. de la Marina (1951), la casa Catases y la Senillosa(1956), viviendas en la C/Compositor Bach (1958), urb. Torre Levantina (1959), casa Tàpies (1960) o la casa Uriach (1961), mientras sus coetáneos desarrollaban otros grandes ejercicios como Fco. Cabrero con la Ciudad en Puerta de Hierro (1952), El Colegio Sto. Tomás de Gª Paredes y de la Hoz (1953), El Col. Apostólico de Fisac (1954), La casa Guardiola de Martorell y Bohigas (1955), el Poblado de Entrevías de Sáez de Oiza (1956), la casa Iranzo de Sostres o los comedores de la SEAT de Ortiz-Echagüe (1957), el Pabellón de la expo de Bruselas de Corrales-Molezún, la casa en Espluges de Correa (1958), el Motel Valdepeñas de Lamela (1959) o el Teologazo de los Dominicos de Fisac (1960).
Es este el momento en el que, perdido el dogmatismo de la vanguardia de los primeros CIAM y como hijos de la modernidad, surgen las Tendencias en España, las revisiones y re-interpretaciones de lo asimilado del Movimiento Moderno. Podríamos separar esas tendencias en dos grandes ramas: La tendencia Academicista y la tendencia Regionalista. En esta última podríamos incluir a nuestro autor.
Así Coderch asimila los Principios heredados de la Modernidad así como el Compromiso social de llevarlo a cabo, pero tras una profunda revisión de los dogmas, basada en la experimentación y corrección continuas. Coderch no creerá en las soluciones inmediatas, no cree en abordar un problema directamente, si en rodearlo y estudiarlo hasta que las soluciones vayan mostrándose.
Así pone en crisis la universalidad del Movimiento Moderno. Habla de casos particulares, e introduce como una vía para las soluciones el estudio de la tradición, del arte popular, enfrentándolo así al concepto de industrialización Moderno (inalcanzable en una España de posguerra), puesto que para Coderch no puede existir la solución espontánea por producción masiva.
No se trata de basar la arquitectura en la tradición artesanal (en este caso del Regionalismo Mediterráneo), si no de una re-interpretación de los elementos propios de la arquitectura tradicional, fundiendo esta tradición con las necesidades del momento y los conceptos racionales propios de la arquitectura Moderna. Coderch habla con esto de una heterodoxia “transparente, sincera”, como ya apuntaba Gio Ponti.
Será por tanto Coderch el principal impulsor de la propuesta de considerar la arquitectura popular como susceptible de una interpretación contemporánea que pudiera servir como material argumental y compositivo. Las casas unifamiliares anteriormente nombradas le servirían como tabla de experimentos para la demostración de que era posible la simbiosis entre principios tradicionales de la arquitectura popular (clima, encuentro con el terreno, sistemas constructivos y materiales) y los principios funcionalistas, e incluso formales de la Modernidad. En palabras del propio Coderch:
“como jóvenes tenemos la obligación de seguir la tendencia moderna, aunque en este caso pedimos también de qué manera podemos asimilárnosla, adaptándola al espíritu de Cataluña y a la gloriosa tradición Mediterránea, de la cual no podemos renegar”.
O como decía en un escrito José Fonseca, posterior amigo de Coderch:
“Frente al movimiento uniformista internacional, la única salvación son los veneros inagotables de la inspiración de nuestra arquitectura rural”.
Fueron estas las ideas que, bajo el sentido de la responsabilidad y el rigor ético del que se impregnó durante sus primeros pasos en el despacho de Zuazo, marcaron el desarrollo de su carrera arquitectónica, y que podemos ver interpretadas en la génesis del Edificio Girasol.
Esta firmeza en sus ideas le hicieron retirarse del Grup R por desacuerdos con la línea seguida por el colectivo. Oriol Bohigas, miembro fundador de dicho colectivo, escribirá en el “polémica arquitectura catalana” acerca de tres de sus maestros, Coderch, Sostres y Moragas:
“Los tres continúan haciendo arquitectura. Coderch incluso con más encargos que nunca. Pero, ¿se mantienen aún hoy como maestros vivos de las nuevas generaciones? Hemos de decir que no. Y no por los posible decaimiento de la calidad formal de sus obras, sino por la decaimiento de su inconformismo y su empuje polémico.”
En 1958 pudimos ver en el Edificio de viviendas en la C/Compositor J,S. Bach en Barcelona la búsqueda de la perfección distributiva para edificios de viviendas, basándose en modelos con los que había experimentado en sus viviendas unifamiliares y trabajando la materialidad de las fachadas para el entorno urbano mediante el uso de lama de librillo y los planos de ladrillo cerámico cara-vista.
Ya en 1965 pudimos ver con su hotel de Mar en Mallorca una evolución hacia una abstracción más sensual, elaborando la piel del edificio y entendiendo la estructura portante como algo al servicio de un organismo que se compone al interior de la piel, atendiendo a las orientaciones, circulaciones y usos. Es el preámbulo de lo que será el Edificio Girasol.
El Edificio Girasol , tiene una situación en el entorno urbano de Madrid, entre dos medianeras en esquina de dos calles en uno de los barrios más importantes de la capital. El solar, aproximadamente rectangular, se encuentra orientado con una ligera inclinación respecto al eje norte-sur en su lado largo, recayendo la fachada corta sensiblemente a suroeste y la fachada larga sensiblemente a noroeste. De esta forma Coderch eleva sobre la calle un bloque de viviendas concebidas como células pasantes desde la fachada al patio interior y las orienta, como el propio nombre del edificio indica, mirando al sol, es decir, hacia la orientación que se lo proporciona, en el eje este-oeste, resolviendo la vivienda del testero escalonándola hacia el sur.
Así se organizan 5 viviendas por planta, con cinco núcleos de comunicaciones, retranqueando escalonadamente la línea con la medianera larga para formar los patios interiores.
El bloque se separa del suelo mediante una entreplanta que queda libre como espacio de hall abierto y acceso a los núcleos de comunicación. El encuentro con el suelo se realiza mediante un patio inglés que se convierte en una galería comercial accesible desde la calle.
Respecto a la estructura de las viviendas, perpetuando el ideal funcionalista-orgánico del que hemos hablado, repite un esquema, separándolo del suelo, similar al experimentado en la casa Uriach. Un distribuidor da acceso tanto a la zona de día como a la zona de noche. La zona de día se abre hacia la luz, hacia una galería exterior que se encuentra con el patio abierto a fachada, y sobre el cual van organizándose de manera escalonada la batería de dormitorios.
El muro medianero entre viviendas cobra protagonismo acompañando al habitante longitudinalmente por toda la vivienda, del interior al exterior, donde, con un gesto sinuoso, se resuelve en fachada con una plasticidad inusitada. Este muro se convierte en el elemento expresivo al plegarse y volar sobre la planta baja. Ayuda a su capacidad expresiva la materialidad, al resolverse mediante plaqueta cerámica colocada en vertical. El control solar de la fachada va en este caso a cargo de paneles de lamas de madera verticales.
Como suele suceder con la obra de Coderch, el desarrollo de un programa, al solución a unos problemas, se resuelven en un aspecto formal lleno de ricos matices.
Hablando de sus plantas articuladas el arquitecto dice:
“Para la gente que hay dentro hay una elasticidad mucho mayor y un interés, de afuera hacia dentro y de dentro hacia fuera, también mucho mayor”
No hay que olvidar que Coderch se considera hombre antes que arquitecto, y no proyecta para la arquitectura o para la modernidad, sino para los hombres.